AMANECER EN PAI

Una madrugada fría en el Norte de Tailandia. Me abraza un frío punzante. Un frío agudo que llega hasta los huesos. Me recorre una sensación de mil punzones clavandose en cada parte de mi cuerpo. Me duele la espalda. Me duelen hasta las uñas.

Pero nuestra misión debía concretarse. La misión era llegar con una motito alquilada, en mal estado y sin una gota de nafta, al punto más alto que nos permitiera alcanzar la montaña que teníamos por delante. Recuerdo el dolor en mis manos al sujetar el volante.

Recuerdo no poder alcanzar más velocidad que 20 km/h. Cuanta más altura alcanzábamos más crudo era el frío. Podía ver mis labios azules a través del espejo retrovisor.

Buscando locaciones para esperar el amanecer, el inminente sol amenazaba con ganarnos de mano. El dolor en mis dedos a causa de sujetar la cámara era tal, que con mi imaginación intentaba controlar mediante un frustrado intento de visualización.

Esperamos el amanecer con paciencia y supimos aprovechar cada rayo en cada toma.

Pronto se hizo la mañana, la sesión de fotos no pudo continuar, pero dimos la bienvenida al calor del sol matutino rendidas y acostadas en la ladera este de la montaña.